¿Qué es esta luz? En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Juan 1:4-5

En muchos sentidos, en todo nuestro mundo, estamos viviendo un tiempo de tinieblas, en el que crecientes dificultades amenazan con debilitar nuestra esperanza, superar nuestra voluntad de atender las necesidades evidentes y los dolores palpables de nuestra época, e incluso socavar nuestra dedicación a la verdad y la justicia. No obstante, como discípulos de Jesús y como comunidades cristianas unidas en el amor de Cristo, estamos llamados a hacer frente al miedo, desmentir la falsedad, cuestionar el egoísmo y la codicia, y ofrecer esperanza al mundo entero. No podemos caer en la decepción ni sucumbir a la desesperación. El mundo necesita más de nosotros: más valentía, más creatividad, más inspiración y dedicación. Más amor abnegado.

¿De dónde sacamos esta energía y vitalidad? Sorprendentemente, los cristianos encontramos esta fortaleza en el nacimiento de un niño frágil y vulnerable, que vino al mundo hace 2000 años en la pobreza, en los confines del imperio, en Belén, Palestina, y que pronto se vería amenazado por potestades malignas y abocado al exilio. En este pobre niño reconocemos al heredero de la gran tradición profética judía de justicia, a aquel que proclamó la cercanía de Dios y nuestra caridad, a aquel en quien sus seguidores llegaron a ver la imagen misma de Dios y la promesa de una nueva creación. En su nacimiento, acogemos al propio Hijo de Dios, ahora inmanente; estamos ante la epifanía de Dios encarnada en nuestra humanidad, compartiendo nuestra naturaleza y elevándonos para compartir la suya. Es Emanuel: Dios con nosotros. No es de extrañar que los ángeles canten, los pastores se arrodillen y las mismísimas estrellas brillen intensamente.

Nuestra celebración del nacimiento de Jesús es, pues, nuestra resistencia frente a la desesperación, nuestro sí a la vida y la esperanza. Es nuestra luz en un tiempo de tinieblas, una luz que nos permite vivir por la verdad y esforzarnos para lograr la redención del mundo. Hijos de la luz, no nos resignaremos, ni dejaremos que otros se resignen, a vivir en un mundo herido de muerte por la violencia, abrasado por el calor o ensombrecido por el miedo. No consentiremos el desmantelamiento de las democracias ni el uso indebido de la religión ni la condescendencia con los prejuicios.

Por eso, en estos días en que los cristianos y las cristianas de todo el mundo celebramos el nacimiento del Mesías —la contraseña de Dios a un mundo que a veces parece empeñado en autodestruirse—, desde el Consejo Mundial de Iglesias compartimos con ustedes nuestra sincera alegría. Asimismo, redoblamos nuestra determinación de trabajar incansablemente con ustedes por la salud y la sanación de los enfermos, una economía justa, el bienestar de los migrantes y las personas desplazadas, la paz y la seguridad para todos, el avance de los derechos humanos y la dignidad, y el florecimiento de la justicia para las mujeres, los niños y la propia tierra.

¡Alegrémonos! La luz de Cristo promete disipar nuestras tinieblas. Dejemos que ilumine nuestros espíritus y aliente nuestros corazones. Dejemos que alumbre nuestro camino hacia la plenitud, hacia un discipulado auténtico, hacia la justicia y la paz en la tierra. ¡Que esta Navidad y siempre el amor y la luz de Cristo llenen nuestros corazones y nuestras vidas! Bendiciones y paz en Cristo.

Rev. Prof. Dr. Jerry Pillay
Secretario general, Consejo Mundial de Iglesias.